miércoles, julio 3

Ángeles Mastretta

La autora de «Mujeres de ojos grandes» o «Mal de amores» intentó novelar la historia de sus padres. No pudo. Entonces surgieron es- tas 89 narraciones cortas, aunadas en «La emoción de las cosas» (Seix Barral). Una suerte de diario poético donde enhebra la vida de sus antepasados italianos, de sus abuelos, sus padres, y la suya propia junto a sus hermanos en su México natal. Páginas cocidas a fuego lento, como los guisos de su madre.
-Ha dicho «que es un texto que se presta a que uno parezca tan loca como está»...
(Risas) ¡Lo sigo pensando! Es que no considero una virtud el pudor. No me cuesta trabajo «contarme» a otros. Sé que es narcisista, pero, en este caso, además, ha sido una liberación, un ajuste de cuentas con los recuerdos y las invenciones. Un exorcismo contra el dolor de la pérdida de los seres queridos. Para mí y para quien quiera leerme.
-Como ocurrió con el blog que escribía en un diario español que se convirtió en una terapia virtual para sobrellevar sus duelos...
-¡Fue tremendo! Con decirte que Esther, una uruguaya, dijo que no entraría más porque su hijo se había suicidado y los blogeros uruguayos terminaron yéndola a buscar a casa para consolarla.
-Nos parecemos más de lo que quisiéramos, aunque creamos ser muy originales...
-Por supuesto. Quienes escribimos siendo mujeres somos más atrevidas. Más dispuestas a entender al otro... Da igual que sea en un blog o en un libro.
-¿No deberían recetar esta obra los psicólogos para aquellos que tengan «duelos patológicos»?
-Ojalá lo vendan en la sección de autoayuda en lugar de en la de literatura. Y que les sirva a quienes están en esa situación. Que hagan su terapia leyéndolo, como yo lo hice al escribirlo. Muchos dicen que es un libro triste, pero lo he vivido como un alivio.

-Y eso que al terminarlo, se sintió como un «viernes por la tarde».
-Pero porque me quité la obligación de convertir a mi familia en una novela. Quería «dejarlos en papel». Curarme contando sus vidas. Pero no quería hacer una novela porque no pretendí inventar lo que no sabía. No deseaba fabular cómo vivió mi padre cuando estuvo en Italia, ni cuando se marchó a la II Guerra Mundial o cómo vino a México. Hubiera sido una traición.
-Dice que algunos muertos sólo son «presencias» pero que otros se convierten en fantasmas.
-Por ejemplo, mi madre aún no es un fantasma. Porque su muerte es muy reciente. La de mi papá es mucho más antigua –tenía yo 19 años-, y su marcha está más lejos en el tiempo. Debe depender de ello. Auque me temo que mi madre nunca llegará a ser fantasma porque su presencia es demasiado intensa.
-Comentó que tener un padre era como ir con un gran paraguas por el mundo. A usted, que tan pronto se le fue, le debe haber llovido mucho...
-¡Ni sabes cuánto! Pero es un paraguas que descubres que existía cuando ya no te cubre. Aunque hoy pienso que de haber vivido mi papá en lugar de mi mamá –o lo estoy inventando, no sé– no sería la que soy. A él me daban ganas de protegerle, de no darle disgustos, de casarme en lugar de irme a vivir con mi pareja. Convertirme en escritora y contar lo que cuento le habría afligido mucho.
-En cada página ha sido como el pájaro de Borges, que volaba mi- rando hacia atrás. ¿Le ha gustado más estar allí que aquí?
-No. Estoy mejor ahora. Una parte de mi capacidad para contar a mis abuelos, padres, tíos, hermanos e hijos es que ya no estoy allí. Ni quiero estarlo. Aquello está «asimilado» y «gustado».
-¿Le gustaría que sus hijos «la contaran» como usted ha contado a sus padres?
-Si consiguiera que lo hiciesen con la misma pasión que yo lo he hecho, sí. Pero, al menos, hablarán de mí. Y sólo somos lo que quedamos en los demás. Hay gente que lo ha tenido difícil con su familia, yo no. No podría vivir sin mi hermana, por ejemplo. Por no hablarte de mis hijos, mi marido...
-En el fondo, lo que ha hecho en el libro es lo que en psicología se llama «constelar».
-Sin duda. He colocado en su lugar –o en el que mi imaginación ha deseado o podido– a mis ancestros, coetáneos, descendencia...
-¿Y ahondará en la saga?
-Seguro.Y es lo que más me preocupa. Porque siempre hay mentes nuevas dispuestas a oír historias viejas, que son los lectores.
-No sé si pedirle que me cante bajito, como hizo junto a Sabina ante 10.000 personas.
-Con una vez en la vida es suficiente. Pero si apagas la grabadora te canto el estribillo de «Arráncame la vida».
La riqueza de España
«Leo los periódicos españoles a diario. Y desde México no entiendes por qué están tan quejosos. Vivieron muy bien y han recorrido un buen camino. Se hallan desolados, como nosotros en el 95, pero lo sobrevivimos con fortaleza. Además, no les veo tan mal, aunque suene a ofensa con un 30% de desempleo... Incluso literariamente, veo un patrimonio tremendo: Muñoz Molina (en la foto), Pérez Reverte, Savater, Marías, y todos los jóvenes, ¡eso es riqueza! Y eso les ayudará a caminar».


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